Centro Cardíaco (Anahata)
El Centro Cardiaco está relacionado con la vida afectiva (Cuerpo Afectivo), con lo que sentimos por las personas y las cosas del mundo que nos rodea y con la actividad voluntaria dirigida hacia ellos. Vida afectiva es sinónimo de vida de relación, con el agregado del sentimiento que nos lleva a las relaciones. El sentimiento puede ser de acercamiento o de rechazo (abrazo o lucha, amor u odio). Sin embargo, la verdadera evolución de este centro depende del desarrollo de la afectividad positiva, el amor. Es por lo tanto el centro de los ideales y sus símbolos son el amor, la voluntad, y la acción.
Descripción anatómica: El “chakra”(1) de este centro se lo representa como una flor cuyo tallo nace en la columna dorsal y su corola, de doce pétalos anaranjado-salmón, se abre sobre el corazón. El Centro Cardiaco comprende la parte superior del tórax: omóplatos, clavículas, esternón y costillas. Incluye los brazos y la palma de las manos. Sus órganos son el corazón, los bronquios y los pulmones. Su glándula es el timo.
Características Energéticas: El Centro Cardíaco está en el punto medio de los centros, a donde convergen las energías que vienen de arriba y de abajo. Y por allí salen hacia fuera, de mí hacia los demás. Podemos así transformar en altruismo la fuerza primaria que sube desde el Centro Bajo, convertir en amor la sexualidad del Centro Lumbo-Sacro y encauzar como sentimientos las emociones del Centro Medio.
Características psicológicas: El corazón y el pecho han sido considerados siempre como símbolos del amor. Dar la mano es un signo de amistad y confianza (la mano es prolongación del pecho). Pero el pecho también simboliza la voluntad y la afirmación de la persona, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. El amor, la voluntad y la afirmación del yo son pues los símbolos del Centro Cardiaco en sus aspectos positivos y superiores. En este centro radican los ideales socialmente aceptados, a los cuales a veces hay que llegar con tesón y esfuerzo. Cuando nos esforzamos por alcanzar esos ideales los sentimos como exigencias de afuera. Aparecen entonces en nosotros las rigideces que llamamos corazas musculares, propias del voluntarismo: nuestro pecho se convierte así en coraza de lucha en lugar de ser un generador de amor y protección. Las corazas son defensas psíquicas ante las frustraciones afectivas. La respiración y el movimiento de los brazos ayudan a disolver esas corazas y de a poco el tórax va dejando de ser una jaula de costillas duras que defiende al corazón, para conectarnos con sentimientos profundos. Al disolver las corazas cardiacas suele surgir la necesidad de pedir ayuda o de abrazarnos a alguien para que nos proteja por un sentimiento de soledad que todos tenemos guardado. Al mover este centro vamos deshaciendo las corazas del miedo y la desconfianza, para desarrollar poco a poco los afectos positivos y la conexión con los demás con libertad y abnegación genuinas, gracias al entrenamiento del dar y recibir practicados durante la gimnasia.

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